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El Fallo Imperial

 “Y sucede que cada vez que moría un juez y se tornaban y se corrompían de nuevo, mas que sus padres, siguiendo a otros dioses, sirviéndose e inclinándose ante ellos, no dejaban su camino obstinado” (Libro de los Jueces 2:19)



Artigas aquel nuestro Protector de los Pueblos Libres, dijo alguna vez que los Pueyrredones y su acólitos quieren hacer de Buenos Aires  una nueva Roma imperial. El primer caudillo federalista fue deshonrado y desacreditado bajo tremolantes calificaciones, desde traidor a la patria, hasta patriarca del degüello y la barbarie. El federalismo revolucionario que planteaba nuestro gran prócer, enfurecía a los exclusivistas porteños. ¿Que ofensas puso fuego en sus cerebros se preguntaría Stephen?,  pues precisamente eso Stephen, una revolución dentro de otra, el rojo punzó como un virote en los salones de las estribaciones cajetillas, definido en sus Instrucciones del Año XIII como la soberanía particular los pueblos. En esa concepción del Federalismo como Omphalos de nuestra perseverancia indoamericana se encuentra la causa eficiente de los malos afectos porteñoskos, convertidos por efectos del tiempo en odio de minorías  que inoculan el cuerpo social.

El miércoles 21 de diciembre del 2022, mientras el pueblo de la nación argentina disfrutaba y lo sigue haciendo la obtención del Campeonato Mundial de Futbol, la Corte Suprema de Justicia, unánime y maniquea, con rasgos de procelosa perversidad embistió contra las provincias argentinas. ¡Llevaremos la guerra a sus territorios!, dijo grandilocuente Mitre después de Pavón, el protéptico  sigue cumpliéndose, ahora con arcontes judiciales y el instructivo del partido mediático.

Los cuatro supremos, dos de  ellos nacidos en Santa Fé y otro en Córdoba, quedaron envueltos en la brumosa marulleria de los maracanases del cuarto piso de Tacuarí, para terminar fracasando en las leyes de su vida provinciana.

Mientras nos acercamos a los 30 años de la frustración constitucional que representa la ausencia de una  Ley de Coparticipación Federal, ha quedado en evidencia el fracaso de la política y su arte para establecer las relaciones del consenso parlamentario. Si bien es cierto la existencia de un aparato de promoción de la apatía política, que objetivamente conspira con esas posibilidades, no se puede dejar de advertir la triste contribución que gran parte de la dirigencia política realiza en la consistencia de registros desde el lugar de enunciación de la acción política.




Jacques Ranciere hacia finales del siglo XX intentaba salvar a la política de las acechanzas fukuyamistas, buscando una interlocución revulsiva con el pasado, que  permita desmontar dispositivos de dominación y un apeiron con una nueva raigambre ontológica.  

Veamos a modo enunciativo, el repertorio de grietas democráticas impeditivas de los consensos fundamentales, en primer lugar, la arriba mencionada Ley de Coparticipación Federal, establecida en el Art. 75 incisos 2 y 3 de la Constitución Nacional, reformada en 1994, y por lo tanto a punto de cumplir 30 años de pasmosa ausencia legisferante.

La exigencia de mayoría absoluta pareciera un tiro de gracia al desiderátum constitucional, como lo es también el requisito de las dos terceras partes para la elección del Defensor del Pueblo, vacante desde el año 2009, a diferencia de la elección de la actual Defensora de Niñas, Niños y Adolescentes, electa a principios del año 2020, luego de un ejemplar trámite de control parlamentario, con la participación de las cinco defensorias provinciales de niñez y las organizaciones de la sociedad civil vinculadas a la temática, especialmente UNICEF.

He aquí una paradoja política en las tribulaciones de la coyuntura, en sincronía con los ritmos del mundo, esto es el nuevo sujeto social que avanza con la difusión y expansión de los postulados de la Convención sobre los Derechos del Niño.

Pero mas allá de este caso excepcional, nos encontramos achicharrados de anomalías disidentes, privados del viento de antiguas voces con pedazos de sol, decía nuestro poeta Juan Gelman. Ruido muerto en el escenario heterónomo del sacrosanto quorum y sus promesantes. 

A causa de estos malestares democráticos, el pueblo de la nación argentina se encuentra privado de un Código Penal, que incide directamente en las fluctuaciones de la vida social, y en el mismo sentido, cabe mencionar los intentos fallidos de una reforma judicial, ante  los desgraciados y malos sucesos del partido judicial, que viene usurpando funciones que le corresponden a los otros dos poderes del Estado.

Tiempos malos el gobierno de los jueces, ellos padecen graves conflictos de identidad desde el mismo momento que extienden su litúrgico brazo derecho, abandonan su condición de seres humanos para comenzar a ser señorías con el alma vendada.


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