Hace 93 años moría Lenin. El egregio revolucionario ruso tenía 53 años cuando el 21 de enero de 1924 sucumbió ante los padecimientos físicos que le produjo un atentado perpetrado a ojos vista por Fanni Kaplan, una importante dirigente del Partido Socialista Revolucionario, una secta política que acusaba a Vladimir Ilich Ulianov de haber traicionado a la Revolución de Octubre.
La activista política había sido liberada de las mazmorras del zarismo con el triunfo de la revolución bolchevique y cuando aún era el amanecer de la primera revolución socialista triunfante en el mundo, disparó tres veces sobre el cuerpo de Lenin cuando se retiraba de un mitin político en una fábrica de Moscú, durante el mes de agosto de 1918.
Quizás con la esperanza de un milagro impreciso, el de Simbirsk, escribe entre marzo y abril de 1920 una de sus mejores obras: “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo” una ponencia presentada con motivo de la celebración del Segundo Congreso de la Tercera Internacional, con un subtitulo que después desaparece de todas las ediciones posteriores “Ensayo de discusión popular sobre la táctica y la estrategia marxista”.
El abogado egresado en San Petersburgo presenta un brillante resumen de toda la experiencia histórica bolchevique, donde desarrolla el arte de la táctica y la ciencia estratégica de la lucha de clases en la tarea de construcción del partido revolucionario.
Desarrolla la tesis que la lucha de clases y su reflejo en la conciencia de las masas no se despliega en línea recta, sino por etapas, cambios constantes, flujos y reflujos, comprendiendo la naturaleza de la mediación y del conocimiento absoluto en movimiento del simple devenir, conforme a las determinaciones establecidas por Hegel en su obra cumbre la “Fenomenología del Espíritu”.
Durante esta etapa Lenin y Trotsky realizaron un duro cuestionamiento a las ideas ultraizquierdistas de los nuevos dirigentes en los primeros años de la Tercera Internacional, quienes repetían sin cesar las frenéticas y abigarradas consignas propias del purismo revolucionario, a saber: “¡¡¡Adelante sin compromisos, sin apartarse del camino¡¡¡ ¿ningún compromiso?”, que en realidad es la impaciencia pequeño burguesa como único argumento teórico.
Destaca el ensayo que el revolucionarismo ultraizquierdista es el precio que paga el movimiento obrero por el oportunismo y la degeneración burocrática de sus dirigentes convertidos por este accionar en inocuos representantes de su clase.
El numen de la Gran Revolución Socialista de Octubre describe el comportamiento sectario que se viene manifestando en el movimiento internacional comunista, contagiados de un ánimo triunfalista típico de un jacobinismo blanquista que nos les permite visualizar el otro opuesto de la confrontación, y ello conduce posteriormente a sangrientas derrotas como ocurrió en Alemania en 1921, cuando se intentó tomar el poder antes de haber ganado la mayoría del pueblo.
“El sectario ve la vida de la sociedad como una gran escuela, en la que él es el maestro. En su opinión, la clase obrera debería dejar aparte otras cosas menos importantes y sentarse ordenadamente alrededor de su tarima. Entonces la tarea estaría resuelta…un sectario no entiende la acción y reacción dialéctica entre un programa acabado y la lucha de masas viva, es decir, imperfecta, inacabada. El sectarismo es hostil a la dialéctica (no en palabras sino en hechos) en el sentido que vuelve la espalda al desarrollo real de la clase obrera…” dice León Trotsky en su obra “Sectarismo, Centrismo y la IV Internacional”, que sería muy importante que sea tenido en cuenta por quienes se proclaman seguidores del mas importante intelectual de la revolución rusa.
Mas adelante, el gran teórico italiano Antonio Gramsci reflexiona de este modo en relación a esta cuestión: "La pretensión de presentar y explicar toda fluctuación de la política y de la ideología como una expresión inmediata de la estructura debe ser combatida teóricamente como un infantilismo primitivo"
El triunfo del zarismo, tras la derrota revolucionaria de 1905-1910, le permite a Ulianóv realizar un impecable análisis de la derrota política, destacando la saludable lección de dialéctica histórica y la importancia de asumir el reconocimiento de ese hecho para mirar con mayor claridad el porvenir.
En Argentina poco antes de su muerte el Comandante del ERP Mario Roberto Santucho, reflexionó de igual manera en estos términos: “...Pero los profundos cambios que registra la realidad nacional no provienen de una evolución lineal e incruenta. Como todo proceso revolucionario se viene desarrollando en espiral, con avances y retrocesos, en tendencia siempre ascendente, y a costa de sensibles pérdidas. Como dijo Mao Tse Tung “luchar, fracasar, volver a luchar, volver a fracasar, volver a luchar hasta la victoria”, es una ley de la lucha revolucionaria. En la guerra de nuestra primera independencia los ejércitos patriotas intentaron avanzar dos veces por Bolivia hacia Perú, hasta descubrir el triunfal camino de Chile, Bolívar a su vez fue, cuatro veces vencido en Venezuela y cuatro veces se exilió, hasta encontrar en su quinto intento el camino de la victoria definitiva. Así ocurre y ocurrirá en nuestra guerra revolucionaria......Y en este momento de reflujo de masas, mientras se despliegan sin cesar su aguerrida resistencia guerrillera, las fuerzas revolucionarias podrán analizar serenamente las experiencias, “hacer un alto en el camino”, reagrupar, reorganizar y consolidar el potencial revolucionario para estar en condiciones de aportar vigorosa y organizadamente para la máxima extensión y potencia del próximo auge obrero-popular...” (Editorial del Combatiente Nº 225 del Miércoles 21 de Julio de 1976 “Diez años de lucha y experiencia”).
Volviendo a la obra que nos ocupa, es importante resaltar que en el Capítulo IX “El comunismo de “izquierda” en Inglaterra” recomienda enérgicamente a los comunistas apoyar en una alianza electoral al Partido Laborista para derrotar el bloque de poder conservador que representaba Lloyd George y Churchill. No dar ese paso sería una puerilidad propia de intelectuales y no una táctica sería de la clase revolucionaria, concluye Lenin de modo terminante.
La ciencia médica de la época no pudo extraer esa maldita bala que se acercaba al corazón del niño que alguna vez fue Volodia. La enfermedad infantil del izquierdismo realizó la representación soñada por los enemigos del Octubre Rojo, pero no pudo con el resplandor de imponente verdad histórica de un artista de la táctica y la estrategia política revolucionaria.
Luis Horacio Santucho
(Actualización de nota publicada 30/11/2011)
Comentarios
Publicar un comentario