A comienzos de la década del ‘60, comenzó la expansión de la frontera agropecuaria y, con ella, la recomposición estratégica de la burguesía agraria terrateniente, tras el estrago penoso del ecosistema de montes y selvas del Gran Chaco argentino. Habían sido los tiempos anteriores los de La Forestal: capitales británicos que llegaron atraídos por el maldito encanto del tanino. Frente al atropello contra trabajadores y tierras por la “expansión de la frontera agraria” desde los ‘60, comenzaron a gestarse las primeras organizaciones campesinas de la región, varias de las cuales terminaron agrupándose alrededor de las Ligas Agrarias, entre otras organizaciones. Pero este proceso asociativo se vio interrumpido bruscamente por el terrorismo de Estado. A partir del ’76, miles de campesinos fueron atrapados por la “noche y niebla” de nuestros 30.000 desaparecidos; otros asesinados o detenidos como presos políticos u obligados al exilio forzado. Diversas formas en que se manifestó el plan criminal genocida planeado por las clases dominantes y las fuerzas armadas contra nuestro pueblo y, muy especialmente, contra los trabajadores.
En Santiago del Estero el retorno a la democracia formal, en el 1983, no interrumpió la continuidad del antiguo régimen encarnado en el fetiche insular, Carlos Arturo Juárez y sus socios terratenientes.
En esos tiempos, aparece en el sudeste santiagueño, más precisamente en la zona rural de Los Juríes, un administrador inglés llamado Erik Show - hoy fallecido- en nombre y representación de las sociedades anónimas de la familia Masoni: “Los Mimbres”, “Jungla” y “Salónica”, todas ellas con sede en Florida 890, piso 21º de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El testaferro Show se presentaba en la casa de los pobladores, siempre acompañado por la policía, exigiéndoles el pago de un tributo por vivir en esas tierras, denominándolos “intrusos”: exigía pavos, gallinas, chivitos, servicios varios, maderas, etc, y al mismo tiempo presentaba denuncias policiales y judiciales, desalojos violentos y apoderamientos ilegales e ilegítimos de los territorios destinados al pastoreo de los animales de los campesinos ancestrales.
La familia Masoni de un día para el otro irrumpió con títulos de dominio en toda la zona rural de Los Juríes: habían adquirido a precio vil más de 100.000 hectáreas. Los campesinos se convertían entonces en usurpadores, “delincuentes” que debían ser desalojados como objetos adheridos al suelo.
Ante esta situación los pobladores conforman la Comisión Central de Campesinos de Los Juríes con representantes de los distintos lotes de la zona rural de esa localidad y asesorados por la parroquia local, a través del cura Roberto Killmeatte, sobreviviente de la masacre de curas palotinos ocurrida el 4 de julio de 1976 en la Iglesia de San Patricio en Buenos Aires. Esta primera organización social enfrentó la violencia institucional causada por Masoni y el juarismo. Se realizaron masivas movilizaciones en Los Juríes y la ciudad capital de Santiago del Estero; en esta última con activa presencia de la Federación Agraria Argentina (FAA) encabezada por su entonces representante, Humberto Volando.
La ejemplar organización de Los Juríes sufrió atropellos. En 1987 se produce la detención de Zenón “Chuca” Ledesma y otros dirigentes campesinos acusados de los típicos ilícitos que el terrateniente utiliza para amedrentar la lucha campesina: usurpación de propiedad, hurto de productos forestales, amenazas, daños, etc. Pero la firme determinación de los campesinos de ejercer sus derechos a través de su líder, el indomable “Chuca” Ledesma consigue sus propósitos: comienza a reproducirse y propagarse la organización campesina en toda la provincia, estimulada por la decidida lucha de Los Juríes.
De este modo, luego de varios encuentros regionales en distintos puntos de la provincia, el 4 de agosto del año 1990 nace el MOVIMIENTO CAMPESINO DE SANTIAGO DE ESTERO (MOCASE) siendo elegido como presidente Zenón “Chuca” Ledesma en una asamblea campesina realizada en Quimilí, donde además se elige una Comisión Directiva que representaba a las distintas zonales del movimiento en la provincia.
Si bien es cierto el MOCASE tiene fecha de fundación, en realidad como dice la CLOC del MOVIMIENTO SIN TIERRA de Brasil, no se puede hablar de una fecha cierta, porque su creación formal es la expresión de las antiguas luchas del campesino indígena por su tierra y su vida. Allí radica la fuerza y razón de una conciencia histórica que dice: “pelearemos por nuestra tierra aunque sea con los últimos latidos de nuestro corazón”. Esta conciencia refleja la existencia de registros y añoranzas de luchas pasadas en la memoria histórica de los pueblos que de pronto afloran en el agrupamiento social, renovado por el conocimiento y apropiación de la ciencia jurídica a través del derecho que les corresponde por el solo hecho de ser ciudadanos del mundo.
A partir de ese momento el fantasma campesino del MOCASE recorre como una brisa de fragancias de algarrobales las estructuras corrompidas del antediluviano gobierno juarista. La mirada incrédula y desvaída de los gobernantes juaristas contemplaban con el corazón en las manos la rebelión de las masas campesinas que, desde siempre, creían que les pertenecían como “rebaños de ovejas a su pastor”.
La Némesis campesina enfrenta las topadoras de Masoni en La Simona un 12 de octubre de 1998 y a partir de ese momento se generaliza en la conciencia organizativa que las topadoras son las carabelas de la renovada conquista sojera.
El momento culminante del MOCASE coincide con su Primer Congreso bajo el lema “Campesinos y Campesinas unidas en la lucha por la tierra y la justicia” realizado los días 25 y 26 de noviembre de 1999 en la capital de Santiago del Estero, donde se establecieron las bases de su estrategia y accionar político, conclusiones que pueden considerarse un legado fundamental para las futuras generaciones de revolucionarios, porque allí se encuentran los principios sustentadores de una verdadera organización política de masas.
Lamentablemente, a partir de ese momento, comenzaron a aflorar los desencuentros y diferencias entre sectores que pretendían lograr la hegemonía de la dirección política del movimiento, gestado y promovido desde afuera de la organización, aprovechando fundamentalmente la inesperada muerte a los 46 años de Zenón “Chuca” Ledesma, ocurrida el día 13 de enero del 2001 que había causado profundo impacto y desconcierto en todos los estamentos del MOCASE.
Hoy viendo el escenario de tres divisiones en el MOCASE: MOCASE VÏA CAMPESINA, MOCASE FEDERACIÓN AGRARIA ARGENTINA y MOCASE FRENTE NACIONAL CAMPESINO aparece como un resplandor de poderosa luz aquellas palabras de nuestro inolvidable Chuca: “...Quiero pedirles que se mantengan en pie, que sigan unidos y que esperen información real que les van a traer sus dirigentes del MOCASE. Les quiero pedir también a todos los técnicos que sigan como hasta ahora, escuchando al campesino y ayudándolo a tomar decisiones pero no las tomen por ellos, que sean los campesinos los que tomen las determinaciones...”
La lucha de los campesinos por la tierra no se limita a la noción clásica de propiedad. Ni en su forma capitalista de dominio privado, ni en su noción socialista de bien colectivo. La lejana cosmología de pueblos que provienen de épocas anteriores al incanato y que, en ese último período antes de la ocupación europea, han sido los confines orientales del Tahuantinsuyo, concibe la tierra como territorio que comparte con el hombre los dones de la vida. Más probable que los campesinos comprendamos que somos poseídos por la tierra que creernos dueños y señores de un bien de toda la sociedad, imprescindible para concebir la vida, el trabajo, la subsistencia, la salud, la cultura. El joven Marx - aún más militante que teórico- decía: “el hombre vive de la naturaleza, ello significa que la naturaleza es su cuerpo con el que debe mantener un proceso constante para no morir”. A pesar de su euro centrismo positivista, el de Treveris comprendió el vínculo profundo del hombre con la tierra que sólo puede ser torcido por al afán de propiedad privada bajo el influjo de las leyes de producción, valor y circulación impuestas por el capitalismo después del siglo XVII. Cuando los campesinos del MOCASE reclaman por la posesión de las tierras que legítimamente les corresponde, no están clamando exclusivamente por su derecho, sino por todos y cada uno de los hombres y mujeres del campo y de la ciudad. Porque se puede proveer a la sociedad de las nutrientes de la tierra, aun fuera de las leyes del mercado, simplemente con las leyes de la vida y de la empecinada paciencia del género humano por pervivir, a pesar de los estragos insaciables del imperio y de sus socios nativos, a pesar de la irracional supresión de la vida en procura de la ganancia dineraria que impone el capitalismo. El economista Abraham Gak, durante el llamado “conflicto del campo” postuló en un trabajo erigir la tierra como bien eminente del estado, de la sociedad. Su razonamiento es coherente aun con la lógica de la sociedad vigente: si el petróleo que abastece las máquinas es bien del estado, el bien que por excelencia nutre la vida de los hombres no debiera tener un tratamiento jurídico diferente. Decía el poeta César Vallejo evocando a su madre:
“Tal la tierra oirá en tu silenciar,
como nos van cobrando todos
el alquiler del mundo donde nos dejas
y el valor de aquel pan inacabable.
Y nos cobran, cuando, siendo nosotros
pequeños entonces, como tú verías,
no se lo podíamos haber arrebatado a nadie…”
“Yo soy la gracia incaica que se roe
en áureos coricanchas bautizados
de fosfatos de error y de cicuta.
A veces en mis piedras se encabritan
los nervios rotos de un extinto puma…”
La historia parece remota y perdida en la extenuada esperanza del tiempo: sólo la verdad se abre paso para que los pueblos recuperen la libertad y la justicia.
Raúl Alberto Schnabel- Luis Horacio Santucho
Abogados del MOCASE (FNC)
23 de Octubre del 2009
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